viernes, 30 de diciembre de 2011

CHERNOBILEKO UMEAK: Un kilo de felicidad


Estimadas familias,

Un año más, la asociación CHERNOBILEKO UMEAK, quiere seguir con el proyecto de "un kilo de felicidad" iniciado el pasado año 2010. Es un proyecto humanitario al margen de la ayuda a las niños y niños de Chernóbil, ya que mucha gente cercana a todas nosotras y nosotros también necesitan nuestra ayuda.

A través de esta campaña pretendemos que las familias que se acerquen a la asociación traigan 1kg de comida no perecedera para entregar en mano a un comedor social de Bilbao (Franciscanos de la calle Irala).

Se trata de un comedor que lleva funcionando desde el año 1954, y hoy en día se dan más de 70.000 comidas y cenas anuales. A este comedor acuden personas en paro sin ningún tipo de ingresos, con bajas ayudas, inmigrantes con y sin papeles, personas transeúntes y gente con problemas psicológicos y drogas.

Os dejamos una noticia publicada en el diario Deia el pasado 2 de enero de 2012, en el que un voluntario del comedor nos cuenta su experiencia:



Jesús Voluntario en el comedor social de Irala

"En un comedor social se ve la otra cara de la Navidad"

Jesús es un voluntario que lleva 18 años acudiendo regularmente al comedor de los franciscanos de Irala para servir comidas y cenas. En Nochevieja no faltó a la cita. Para él fue un día especial porque "supone una gran satisfacción estar unas horas con mi segunda familia"


José Basurto - Domingo, 2 de Enero de 2011 - Actualizado a las 05:45h


Bilbao. Se enteró por los medios de comunicación de que necesitaban voluntarios en los comedores sociales de Bilbao. Sin pensárselo dos veces se presentó en uno de ellos, le dieron un delantal, le gustó y se quedó. Entonces tenía 18 años. Hoy tiene 37. Durante todo este tiempo ha servido miles de comidas a personas necesitadas. Ha sido testigo de la evolución que ha sufrido este servicio social que ofrece el Ayuntamiento de la capital vizcaina. Cuando empezó, la excepción eran los inmigrantes; hoy, son mayoría. Jesús recomendaría a los jóvenes que se dieran una vuelta estos días por uno de estos comedores para ver "la otra cara de la sociedad y de la Navidad".


¿Qué tal fue la cena de Nochevieja?

Muy bien, como todos los años. Se cenó a las ocho de la noche, media hora más tarde que un día normal.

¿Cuál fue el menú?

Entremeses variados, sopa de pescado, bacalao al pilpil, postres navideños y café.

Un buen menú.

Sí, sí. Aquí se come mucho mejor que en muchas casas.

¿El ambiente fue diferente tanto en Nochebuena como en Nochevieja?

Sí, porque el comedor se decora con motivos navideños, y nosotros, los voluntarios, nos ponemos algunos gorros de carnaval y les cantamos algunos villancicos cuando entran, aunque la mayoría, como son extranjeros, no saben lo que cantamos.

¿Están más tristes los comensales en la cena de Nochevieja?

Hay de todo. Hay a quienes les afecta más porque están fuera de casa, pero para la gran mayoría, como son musulmanes, les da igual que sea Navidad o Semana Santa. Para estas personas es un día normal, como otro cualquiera.

¿Y para ustedes, los voluntarios?

Para nosotros es un día especial. Para mí, por ejemplo, es una gran satisfacción porque además de estar con la familia en mi casa, también me apetece compartir unas horas con mi segunda familia.

¿Estos días nota una mayor afluencia de gente al comedor?

No. Yo no tengo los datos del comedor, pero a mí me da la impresión de que la ocupación es menor. Hace años, en Nochebuena se llenaban los tres comedores. Ahora, uno solo. Cualquier día del año viene más gente a comer que en Nochebuena o Navidad.

¿Cuándo comenzó a colaborar como voluntario?

A los 18 años.

¿Cómo fue?

No me acuerdo muy bien, pero creo que escuché en la radio o leí en la prensa que necesitaban ayuda en los comedores sociales. Me animé y fui a probar suerte.

¿Vino directamente al comedor de los franciscanos de Irala?

No. Primero estuve en las Damas Apostólicas de Indautxu, donde llegue por mediación de un grupo de Pascua Joven que había conocido en Jesuitas. Pero solo estuve un año. Luego me presenté en Irala porque me resultaba más cómodo, ya que queda más cerca de mi casa.

¿Qué le dijeron cuando se presentó?

Nada. Me dieron la bienvenida, me dieron un delantal y me puse a trabajar.

¿Le gustó?

Sí, claro. Por eso sigo aquí.

¿Tuvo alguna motivación religiosa para hacerse voluntario?

No, en mi caso, no. De todas formas, aquí no te piden nada si vienes a servir. Da igual que seas católico o de cualquier otra religión. Uno viene cuando quiere y le apetece. Nadie te marca unos días.

¿Usted por qué se involucró?

Simplemente porque quería ayudar a los demás de otra manera que no fuera ir de misiones al extranjero, por ejemplo. Pensé que esto también era una buena labor, el servir a la gente que está un poco más necesitada que yo.

¿Cuánto tiempo lleva colaborando?

Aquí, en Irala, desde los 19 años. Por eso, ya puedo decir que esta es como mi segunda casa.

¿Le resultó duro servir las primeras comidas?

Sí. Al principio me impactó mucho. Era algo que no conocía y me llamó la atención ver a gente necesitada, mal vestida y sucia. Pero con el tiempo el corazón se va haciendo duro y ves con otros ojos a esta gente que viene a comer. Lo ves más normal.

¿Animaría a los jóvenes a hacerse voluntarios?

Sí. Yo aconsejaría a los jóvenes que acudan a un comedor social para que vean la otra cara de la sociedad en la que estamos viviendo. Que vean que además de que puede haber opulencia y un estado de bienestar, hay otro lado con personas que necesitan comer y cenar. En estas fechas en un comedor social se ve la otra cara de la Navidad.

O sea, que se pueden sacar conclusiones

Sí, por supuesto. Que cada uno saque sus propias conclusiones. Yo, por ejemplo, creo que esto sirve para ver que nos quejamos de cosas de las que no tenemos por qué quejarnos. Y también que hay gente con más necesidades que yo.

¿Ha cambiado mucho el tipo de personas que demandan este servicio social?

Sí, muchísimo. Cuando yo empecé, la mayor parte de los que venían al comedor eran nacionales. La excepción era ver a algún extranjero.

¿Cuál era el perfil del asiduo al comedor?

Pues gente que se había quedado en el paro o tenía problemas con las drogas.

¿Y hoy en día?

La mayoría son extranjeros que no tienen trabajo. Yo diría que el 90% es gente de fuera.

¿De qué países?

Fundamentalmente de Marruecos, Argelia y de los países subsaharianos. La mayoría son musulmanes.

O sea, que no comen carne de cerdo.

Así es. Ya no se ponen ni chuletas de cerdo ni morcillas, porque nadie las come. Los pocos que vienen y son de aquí suelen pedir que vuelvan a poner cerdo.

¿En todos estos años ha visto a algún conocido en el comedor?

Sí. Hace un par de años ví a un excompañero de colegio. Es verdad que desde pequeño se le veía que no iba por buen camino, pero nunca pensé que un día me lo iba a encontrar aquí. De todas formas, sé de casos de gente de posición social buena que, por circunstancias de la vida, se ha visto obligado a venir al comedor.

¿Los usuarios del comedor le cuentan sus penas?

Sí. Algunos, después de comer, te cuentan sus problemas. Es normal que después de tanto años, la gente me conozca y me cuente cosas. También, cuando me ven por la calle, me saludan.

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